domingo, 30 de marzo de 2014

Dios en cuatro movimientos

I

Dios es la adolescencia, estupideces sin sentido buscando el mero placer que con el paso del tiempo van cobrando valor; Dios visto a la distancia de los años deja de ser esa absurda rebeldía para converirse en el anhelo por tiempos que fueron mejores. Mientras uno va andando aprendiendo y madurando, más se necesita creer en Dios para preservar esa chispa de pasión que alguna vez saturó de éxtasis la vida.

II

A quien no le hayan roto el corazón, no puede amar a Dios, la eterna decepción. Quien no haya derramado lágrimas de traición, nunca sabrá adorar a Dios, el Gran Ausente en momentos de necesidad. Se requiere haber pasado la noche en vela suspirando por el amor perdido, para alabar el Nombre divino, la insondable melancolía.

III

Dios es el primer beso otorgado en la avenida nocturna, mientras las luces de los automóviles alumbran indiscretamente las caricias de amor. Dios es el corazón a punto de salirse del pecho, los ojos apretados y el aliento que invade con su sabor el alma para siempre.

IV

El calor de una bofetada recibida en un momento de ira, es Dios. Los gritos recíprocos de reclamos y sarcasmo son el sello de la experiencia divina. El ser de Dios está en los teléfonos sin contestar, los mensajes sin responder, las miradas frías y de odio creciente... en el bello calor del amanecer en reconciliación.


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