viernes, 28 de marzo de 2014

Teodicea desencantada

Te estuve esperando, pero nunca llegas. No creas que me tragaré el cuento de paciencia que le dijiste a Habacuc. Me consterna lo que haces, te lo he dicho una y otra vez, sin importar el argumento con el que convencieron a Pedro de que se dejara lavar los pies.

No, no, tu exigencia esa de que me calle la boca y te siga, tan efectiva con Juan, no la obedeceré. Ya te he dicho que quiero una explicación, y que no me salgas con la evasión esa de tus pensamiento inalcanzables con la que inspiraste a Isaías. Creo que ya es tiempo que asumas tu responsabilidad, y dejes esos desplantes en remolino como con el que deslumbraste a Job.

¡Suficiente!, ya no caeré en tus trampas, solo me queda levantar mi rostro hacia el cielo donde te ocultas y preguntar ¿Te estás divirtiendo?


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