martes, 1 de abril de 2014

Jürgen Moltmann: De la cárcel a la esperanza

La humedad impregnaba las paredes, a lo lejos estallidos de bombas y turbinas de aviones. De fondo la desesperanza de soldados prisioneros, víctimas humilladas de la Segunda Guerra Mundial.

En una celda de aquella prisión belga duerme un joven. De cabecera a sus sueños, dos libros a los que siempre amaría, el Fausto, de Goethe y Así Habló Zaratustra, de Federico Nietzsche. Pero en aquel terrible lugar hasta los más fuertes se derrumban.

Un capellán norteamericano obsequia al joven una Biblia. Detrás de los duros barrotes de la prisión, aquel joven comienza a leer. Descubre entonces al Dios que está cercano al quebrantado de espíritu, que se hace presente aún detrás de aquellos barrotes, que brinda esperanza para el futuro.

Años más tarde aquel joven saldría de aquella prisión y en su búsqueda espiritual ingresa a estudiar teología. Años más tarde, en 1952, la Universidad Göttingen otorgaría el doctorado a aquel joven una vez evangelizado en prisión. A partir de entonces comenzaría el trabajo ministerial del pastor Jürgen Moltmann (Nació el 8 de abril de 1926, en Hamburgo)

La enseñanza de Moltmann abre una nueva dimensión en la comunicación del Evangelio. Para Moltmann es muy importante que Dios haya actuado en el pasado, pero más aún, es una gran bendición saber que Dios actuará en el futuro. No un Dios impasible, lejano, sino un Dios susceptible de sentimientos un Dios crucificado que se solidariza con nosotros.

Moltmann ve la evangelización como parte de una misión integral. El actuar del creyente debe buscar la integración de dos dimensiones. Por un lado la “dimensión vertical”, (de arriba abajo) la cual busca la comunión con Dios mediante cantos, oraciones y meditación. Pero por otro lado, es urgente que el Pueblo de Dios trabaje en la “dimensión horizontal”, caracterizada por el amor al prójimo, la comunión de unos con otros (1 Jn. 2.9-10) Para Moltmann, evangelizar no se trata de predicar el temor al fin del mundo, sino predicar la esperanza del Evangelio de que el futuro será mejor.

Tener esperanza no significa estar pasivos, antes bien, tener esperanza significa trabajar con todo el corazón, confiados en que Dios tiene la victoria. Revestidos de amor a Dios y al prójimo. Esto es lo que caracteriza a una Iglesia que vive “en el poder del Espíritu Santo”.




Síguelo en Twitter @moltmannjuergen

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