Hay cierta
sensibilidad en redes sociales de ver el fútbol como si fuera una especie de
reunión de trabajo o entrevista en Embajada (¿se acuerdan del: “apoco tú le
dirías puto a tu jefe”?, ¡claro que no! Pero esto es fútbol)
Quieren
volver al fútbol un deporte ñoño, hipócrita y de cortesía absurda. Que los
perdedores se congratulen de su ineficiencia, y que los ganadores digan: ¡Oh
cuánto los admiramos por haber perdido ante nosotros!”. Cuando eso pase ¡se
acaba el fútbol! De por sí su carácter gerencial y estratégico ha matado mucho
de ese deporte rudo, veloz, no tanto de tácticas sino de arrojo, de valor, de
individualismos sorprendentes y de sorpresas constantes.
¡Bravo por
Alemania y su festejo!! ¡Están en su derecho!!, ¡ellos ganaron!! Pueden
burlarse, ¡deben burlarse! De otro modo no tendría sentido el haber ganado.
Pero ahora quieren que Ganar un Mundial, ¡sea un acto diplomático!, ¡para la
foto!
Quieren que
los jugadores se comporten como héroes de Disney (y ni ellos). Las burlas al
perdedor en el fútbol no son ofensas directas, tampoco incitaciones a la
violencia. Para quien entiende bien el rito, de hecho, son válvulas de escape,
pues el fútbol es una ritualización homoerótica de la guerra. Como las
Olimpiadas sirve para canalizar los símbolos bélicos transformándolos en deportivos,
y por eso mantener ese carácter de superioridad sobre el adversario es lo que
hace que sea un deporte sano.
Si quieren
ver cortesía total, lenguaje para todo público, relativización de las victorias
y las derrotas como si, a fin y al cabo, solo importara “dar tu máximo esfuerzo”, pues quizá no sea el futbol lo que deben
de ver.
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