Este mundo camina hacia la
tolerancia, reconocimiento de la diversidad y el intento de llevarnos mejor
como seres humanos. Pero como en todo, nunca faltan los que quieren llevar la
contra al grito de #YoTambiénQuieroSerPopular.
Y es que, ¿qué ganas de querer fregar al prójimo son esas, señores legisladores de Arizona y Uganda?
Mire usted lo que son las
paradojas de la historia. Uganda destacó hace años por ser el país en romper la
llamada "conspiración de silencio sobre SIDA", siendo el país africano con la mejor política para disminuir
esta enfermedad, ¿cómo?, con la política ABC (Abstinence, Be faithful, use Condom). Pues ahora, -¡oh contradicción infinita!, diría Kierkegaard,
con la ley antihomosexual, afirma el Director Ejecutivo del Programa Conjunto de las
Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA , Michael Sibidé, se inhibirá, por miedo a la represión, que los homosexuales en Uganda se realicen pruebas de VIH y el tema
se puede convertir en asunto de salud pública.
¿En qué se basa el gobierno de Uganda
para aprobar esta ley?, en un intento por fortalecer “la capacidad de la nación en hacer frente a las
emergentes amenazas internas y externas a la familia tradicional
heterosexual", en particular por no ceder ante “presiones de
Occidente”. De ese tamaño está la situación. Eso no es de Dios.
En Arizona, del otro lado del
mundo, se estaba cocinando una ley con la cual si un panadero ve entrar a dos mujeres lesbianas tomadas de la mano estaría autorizado a no venderles ni una miga y a invitarlas
(quizá con un rifle, que tanto les gustan por allá) a salir de su
establecimiento. Resulta que esto, se dice, es solo una defensa a los
microempresarios para que tengan la libertad de elegir a su público y preservar su libertad religiosa.
¡Hey!, debe decirse que no todos los religiosos en Arizona, menos aun en el resto de Estados Unidos y el mundo, apoyaban esa ley, de hecho hubo manifestaciones en contra de esa propuesta por parte de protestantes y católicos (“propuesta”… “protestantes”, no
es cacofonía, ¡es aliteración! ¬¬ ).
Desde luego si miramos el panorama global,
las iglesias cristianas aún rechazan en su mayoría a los homosexuales, pero es
muy relevante que, por ejemplo, la actitud hacia el matrimonio gay entre protestantes de Estados Unidos está yendo cada vez más hacia la aceptación, incluso entre los WASP (White Anglo-Saxon Protestant), y esta tendencia irá en aumento.
Arrojo una hipótesis sobre el
futuro de las iglesias cristianas (católicas, protestantes y derivadas): Cada vez
más estas iglesias se irán abriendo a posturas de aceptación de la diversidad,
es decir, la masa crítica del cristianismo que acepte la homosexualidad como
derecho humano irá en aumento. Pero, por otro lado (a todo cargo hay un abono,
o “por cada contra existe un pro”, como dice una canción de La Espada en la Piedra de Disney,
¡caray!, ¿de dónde salió ese recuerdo?), cada vez más los nichos fundamentalistas
se irán reduciendo en extensión pero radicalizando su postura.
O sea que los homofóbicos
fundamentalistas ¡serán menos pero más intensos!. Desde ya se debiera ir
pensando por parte de estudiosos, observadores y stakeholders públicos del fenómeno religioso qué se va a hacer
al respecto, porque los fundamentalistas, al igual que en Uganda y
Arizona hoy, quieren de manera creciente llamar la atención a costa de prácticas
discriminatorias. Y así continúa el círculo vicioso del sectarismo, el irse
replegando más a los pseudo-valores del grupo y considerar que el mundo es más
y más perverso.
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