lunes, 24 de marzo de 2014

Para reflexionar alternativas contra la persecución evangélica. Notas sobre la obra periodística de Pedro Gringoire

Este texto fue publicado por el periódico metodista El Evangelista Mexicano en 2010, es resultado de una ponencia que presenté en un coloquio realizado en la Comunidad Teológica de México sobre intolerancia y persecución religiosa.


Introducción[1].

En su ensayo de 1991 sobre tolerancia y persecución religiosa, reproducido posteriormente por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Carlos Monsiváis termina señalando que respecto de la tolerancia, “hay una sociedad civil que la exige”[2] En efecto, como menciona Alain Touraine, la sociedad civil o programada, como él la denomina, se encamina “hacia la lucha por los derechos humanos, en todas las latitudes” y añade, “la conciencia moral que está en el corazón de los nuevos movimientos sociales se identifica especialmente con la defensa de la identidad de aquellos seres humanos que luchan contra una opresión extrema o contra la miseria”[3]. Aunado a este sentir generalizado de tolerancia, en México durante los últimos veinte años se ha desbordado la movilidad religiosa principalmente en la región Sureste y Golfo del País[4].
Esta movilidad conforma nuevas poblaciones de creyentes que de manera programada buscan la defensa de su identidad religiosa ya sea mediante el posicionamiento de su nueva creencia en el hogar y el grupo doméstico, con expresiones públicas de fe como el culto o el proselitismo, e incluso marchas y hasta gestiones políticas como el Centro de Derechos Humanos Esteban, o las organizaciones El Buen Samaritano y Visión de Águila quienes operan en los Altos de Chiapas para “la asistencia social de cristianos en desventaja económica”.[5] Sin duda, esta actual diversificación política de los grupos evangélicos se debe a lo que Carlos Martínez llama la “poligénesis del cristianismo evangélico”.[6] En efecto, los diversos orígenes de los espacios confesionales a nivel local y municipal permiten el día de hoy observar una gran cantidad de variantes respecto a la forma en la cual los evangélicos se relacionan con la sociedad mayoritaria, específicamente los grupos católicos, y para el caso de Chiapas, de la tradición.
Dada esta plasticidad regional, las alternativas sociorreligiosas y teológicas para la denuncia y prevención de la persecución hacia evangélicos debe partir de estudios situados, etnográficos, que permitan, mediante el conocimiento del contexto en el que se da, crear rutas de vinculación ciudadana y convivencia pacífica, así como restitución del daño cuando fuese necesario. Dichas empresas ya se están realizando, y para el caso del sureste, la abundante bibliografía periodística que Carlos Martínez se ha dedicado a producir tanto enLa Jornada como en la revista española Protestante Digital, sobre la actual situación de los grupos evangélicos vulnerados en sus derechos humanos y garantías individuales por facciones católicas, es de suma importancia pues de otro modo los sucesos pasarían prácticamente inadvertidos por los media nacionales e internacionales.
A continuación algunas propuestas a tenor general sobre la generación de alternativas para contrarrestar la persecución religiosa a evangélicos. Dichas propuestas tienen dos ejes: denuncia y prevención, y parten de la obra periodística de Pedro Gringoire, seudónimo con el que don Gonzalo Báez-Camargo utilizaba en el periódico Excélsior. Se considera que en esta obra periodística se encuentran propuestas muy importantes de carácter social y teológico para un desarrollo de las relaciones ecuménicas; en efecto, la agenda del ecumenismo, si es que este desea incidir concretamente en la práctica de la fe, no puede hacer un lado el tema de la persecución religiosa. Se trata entonces pensar a la persecución también como parte de la tarea de la teología y la práctica pastoral, como se verá, tal es la principal lección de Gringoire al respecto.   
  1. Vida y obra de Gonzálo Báez-Camargo. Un esbozo[7].
Pedro Gringoire, Gonzalo Báez-Camargo, nació en Oaxaca en 1899, durante la Revolución participó en la Brigada Zaragoza segunda división de Oriente del ejército Constitucionalista al mando del gene­ral Venustiano Carranza. Perteneciente a la tradición metodista, Se inicia en el movimiento ecuménico, hacia 1929, como Presidente del Congreso Evangélico reunido en la Habana y ese mismo año se le nombra Secretario Ejecutivo del Concilio Nacional Evangélico; entre sus muchos cargos en agencias misioneras internacionales destaca el ser miembro del Comité Provisional del Consejo Mundial de Iglesias. De igual modo en calidad de representante laico del Concilio de Obispos Metodistas fue observador en la reunión de Medellín de 1968, de la CELAM.  También destaca su labor como docente en Seminarios teológicos como el Seminario Evangélico Unido y, desde luego, la Comunidad Teológica de México. También fue biblista, parte del comité que produjo la Versión Ecuménica del Nuevo Testamento, la versión Dios habla hoy, entre muchas otras y produjo dos textos que hasta la fecha son hitos en las ciencias bíblicas latinoamericanas: Breve historia del texto bíblico[8], y Breve historia del canon bíblico[9]. También realizó investigaciones históricas, siendo Protestantes enjuiciados por la inquisición en Iberoamérica[10]una de las primeras investigaciones que buscan rescatar la historia del protestantismo en la Colonia.
En cuanto a su labor periodística, de 1928 a 1929 fue editorialista del periódico La Opinión de Pue­bla; y en 1929 inició sus colabora­ciones en el periódico Excélsior utilizando el seudónimo de Pierre Gringoire (per­sonaje de la novela de Víctor Hugo Nues­tra señora de Pa­rís). En este diario de circulación nacio­nal Báez-Camar­go publicó varias columnas, la más cono­cida fue “El pulso de los tiem­pos”. Muere en la Ciudad de México en 1983.
La presente reseña se basa en una recopilación de sus artículos en el Excélsior, que se publica bajo el nombre de Para que el mundo crea. Reflexiones sobre la Unidad Cristianapublicada en 1971 por la editorial B. Costa-Amic Editor, en la Ciudad de México. Se trata de una serie de artículos que van de 1958 a 1970, pocos años antes, y pocos después de la celebración del Concilio Vaticano II. Y precisamente a raíz de este Concilio, Gringoire –como le llamare durante la revisión editorial– ensaya reflexiones sobre la necesidad del ecumenismo, el diálogo y la tolerancia de católicos a evangélicos y viceversa, sin olvidar al sector ortodoxo del cristianismo, al mundo judío y al Islam, así como al resto de la población que tiene otros credos, o dice no creer.
  1. Desde el Excélsior[11].
Leer la obra periodística de Pedro Gringoire es aprender que ya desde hace más de medio siglo se luchaba por el desarme nuclear, que ya existían, desde entonces y aun antes, desprestigiados concejos para la paz, que la persecución en contra de  evangélicos era ya un hecho latinoamericano constatado. Pero leer a Pedro Gringoire también es llenarse de esperanza respecto a que el cristianismo, como confesión unida por la obra de Jesucristo, junto con el judaísmo y el Islam hermanados todos a partir de Abraham, e incluso personas de otras religiones y hasta ateos vinculados fraternalmente por el sencillo hecho de ser humanos, dan sendas muestras de respeto, diálogo y tolerancia.
En la dedicatoria de la compilación de sus artículos que van de 1958 hasta 1970, Pedro Gringoire resume su pasión por la unidad cristiana. En primer lugar una cita de Jesucristo, Juan 17.21, “Que todos sean uno, como tú, Padre, conmigo”; posteriormente dos dedicatorias sorprendentes “a la santa memoria de” S.S. Juan XXIII, principal representante del catolicismo occidental y junto a él al Dr. John R. Mott, metodista y Premio Nobel de la Paz y finalmente a tres prelados aún con vida en ese entonces, un católico, Pablo de Ballester,  un ortodoxo, Ignacio Díaz de León y un pastor, Rolf Lahusen (7). Este cóctel interconfesional, flexible, incluso posmoderno, es muestra del ánimo concordatario de este insigne periodista mexicano.
Las primeras entradas, que corresponden al año de 1958, versan sobre el movimiento bíblico dentro del catolicismo impulsado bajo la égida del ambiguo papa Pío XII[12]. Esto es significativo, pues se echa de ver que es la Biblia el elemento simbólico articulador de las relaciones entre diversas ramas del cristianismo. La labor de biblista de Báez-Camargo no era meramente académica era la expresión máxima de su compromiso con el diálogo inter-cristiano, si algo nos une a los cristianos de todas las derivaciones es la Sagrada Escritura.
En diversas entradas a partir de 1960, Pedro Gringoire empieza a esbozar su concepto de unidad cristiana que será ratificado aún durante la realización del Concilio Vaticano II. A razón de la visita a Roma del arzobispo de Cantorbery, Geoffrey Fisher para entrevistarse con el papa Juan XXIII, Gringoire vierte en el artículo “La entrevista de Roma”, del 7 de diciembre de 1960, sus esperanzas de que “de esa entrevista puedan resultar:
"Brisas recíprocas de cordialidad que, sin sacrificio de preciadas convicciones y fueros sagrados de conciencia, establezcan un clima de convivencia pacífica entre los creyentes de las varias confesiones cristianas". (17).

Es decir que se defienda el principio, primero reformado luego liberal, de la libertad de conciencia. Esto Gringoire lo afirmará en repetidas ocasiones reiterando aquella sentencia de “los fueros sagrados de conciencia” como expresión máxima de libertad de diálogo. Y una de las manifestaciones de la libertad de conciencia es la libertad religiosa. Gringoire le llama “libertad de conciencia en asuntos religiosos” (63)[13]. Como es sabido en Latinoamérica dicha libertad ha recibido distintos nombres, no siempre significando lo mismo, “tolerancia de cultos”, en los debates liberales en México, “libertad de cultos” en la Constitución de 1859, “libertad de conciencia y de creencia” en la Constitución de Perú de 1933 o “inviolabilidad de conciencia y de creencia” como se lee en el actual Artículo 5º de la Constitución de Brasil[14]. Dentro del debate sobre laicidad y secularización analistas como Marco Antonio Huaco consideran que no se debiera hablar tanto de “libertad religiosa”, sino homologando la retórica de Gringoire, libertad “en asuntos religiosos”.[15]

Sin duda el campo semántico y político de cada uno de estos términos es distinto y responde a distintos contextos e ideales, sin embargo, todos ellos son de corte liberal originados en el deseo por una América Latina donde la laicidad tenga representación constitucional. Pero Gringoire no se queda en las gestiones jurídicas, sabe que a nivel cotidiano en la práctica cultural el panorama no es del todo esperanzador y advierte la presencia de “los fanáticos que exhiben una cerrazón mental, moral y espiritual”, de que hay quienes todavía desean
"Seguir viviendo en el anacronismo odioso del “¡Crees o te mato!”, y del cuchillo, y del veneno, la horca, la hoguera, la tea incendiaria o por lo menos el garrotazo, la pedrada, el insulto, para los disidentes" (pág. 18)

Pero las severas críticas a estos “fanáticos” no le impiden dirigirse a ellos y explicar con toda calma que sus temores hacia el ecumenismo son infundados pues este no se trata de una mezcolanza irresponsable, sino del
"Sentimiento fraterno y la solidaridad de espíritu que pueden existir conservando diferencias que obedecen a motivos de conciencia" (pág. 19)[16].

Aún más, por si esto no quedara claro y se siguiera pensando que unidad cristiana significa una especie de monismo teológico e institucional, en repetidas ocasiones Gringoire señala que dicha unidad
"No requiere ni supone una unión orgánica y administrativa en una sola institución visible, es decir una fusión o amalgama que dé por resultado un organismo monolítico bajo una sola autoridad jerárquica".

Su concepto –abunda– es más bien de tipo federal, con fines de cooperación y solidaridad, pero dejando a salvo la autonomía administrativa y la libertad dogmática de cada confesión (30, cf. 42)[17].

Por eso, con mucho gusto Gringoire puede observar que los esfuerzos por la unidad cristiana, aún desde católicos, también cooperan un tanto en este aspecto. Básicamente Gringoire descubre que aunque a nivel teológico la eclesiología romana se mantiene firme, los discursos visuales y diplomáticos demuestran que, al menos durante la égida de Juan XXIII, Roma misma parece dejar de ser un monolito inexpugnable, pues al Concilio Vaticano II son invitados diversos observadores ortodoxos y protestantes, ¡incluso presbiterianos!, además de que dentro del cuerpo privado de consultores del papa, para el concilio se invitó al teólogo protestante Oscar Cullman. Esto, para Gringoire, fue una muestra clara del espíritu “tan evangélico y diáfano de reconciliación” (78)[18] de Juan XXIII.
Lo que más lamentará Gringoire es que estos esfuerzos ecuménicos de Roma no son conocidos, respetados y mucho menos acatados por el catolicismo latinoamericano. Constantemente señala que las trascendentales declaraciones tanto de Juan XXIII como de Paulo VI a propósito de los hermanos separados, del respeto a otras creencias y de la reconciliación cristiana, debieran ser acatadas por los mismos católicos; sin embargo esto no ocurría. De este modo la intolerancia y persecución hacia los evangélicos es un atentado teológico al Magisterio de la Iglesia. Desde luego, ahora se sabe que estos ataques no provienen tanto del catolicismo oficial, sino del popular el cual suele desconocer y hasta contradecir –para bien o para mal– las doctrinas y políticas del catolicismo oficial.
La insistencia de Gringoire al respecto de la unidad cristiana entre catolicismo y protestantismo será marcar claramente el hecho de que dicha unidad no provoca un relativismo cómodo, al contrario, una y otra vez señala que la “cordialidad, simpatía y sentimientos fraternos por ambas partes […] no exige en sí traición alguna a las convicciones” (21)[19].
Ahora bien, Gringoire es capaz de posicionarse en ambas partes y hacia las dos dirige tanto sus aplausos, cuando realizan acciones concordatarias, como sus críticas, cuando dan al traste con la fraternidad que debe caracterizar al cristianismo, así lo que más desea es que “vayan siendo menos, por un lado, los comefrailes empedernidos, y por el otro los que asesinan “herejes” a golpes de crucifijo” (20)[20]. De este modo, Gringoire va arañando el otro lado de la cara de la luna, pues si bien históricamente han sido los católicos quienes han ejercido violencia y persecución a los grupos evangélicos, estos últimos no han sido actores pasivos que sólo se dediquen a orar y huir; como menciona en una entrada del 13 de diciembre de 1961 respecto a las declaraciones preliminares de Juan XXIII antes del Concilio Vaticano II,
"Las minorías protestantes que hasta hoy, sintiéndose hostilizadas y aun perseguidas, han debido desarrollar una mentalidad defensiva, que en algunos casos incide en agresividad verbal, enconada y persistente". (29)[21]

Un último punto que puede señalarse respecto al pensamiento de Gringoire respecto a la libertad religiosa es el de la defensa por la verdad. Pastores y párrocos alegan que sus embates sociales e ideológicos en contra el otro confesional se basan en la defensa de la verdad, en tanto que los esfuerzos ecuménicos son señalados como relativistas. Ante esto, Gringoire, en un artículo navideño de 1963, aclara magistralmente que la tolerancia no significa indiferencia hacia la verdad, sino que al contrario,
"Significa entender que si deberes de conciencia obligan a repudiar ciertas nociones ideológicas o ciertas creencias, las cuales pueden en todo caso dirimirse en el campo de las ideas, el hermano hombre, y sobre todo, el hermano en Cristo que las profesa, debe ser siempre objeto de respeto, consideración, buena voluntad y, en una palabra, amor." (82)[22]

Si bien como reclamaba un prelado católico, “el error no tiene derecho a existir”, queda claro para Gringoire que el ser humano en error (o supuesto error) sí tiene derecho a la existencia.
“¡Claro que verdad y error no son lo mismo!” declara Gringoire en un artículo del 21 de septiembre de 1965 titulado “Verdad, error y libertad religiosa” que comenta un “Esquema” presentado en el Concilio Vaticano II respecto de la libertad religiosa. Si bien verdad y error no son lo mismo, debe entenderse que
"Lo que el derecho a la libertad religiosa exige […] es que ni la verdad se defiende ni el error se combate por la coerción de las conciencias. Todo lo contrario, la libertad de conciencia es condición precisa para persuadirse del error y para venir al conocimiento de la verdad". (126).
Baste este panorama mínimo de la obra periodística de Pedro Gringoire para ensayar algunas reflexiones sobre la intolerancia y la persecución religiosa hacia los evangélicos en México.
Conclusión. Denuncia política, prevención cultural.
Si Gringoire apuesta por el diálogo fraterno, desde muchos púlpitos evangélicos se desconoce que los católicos también son cristianos y se les trata de paganos, idólatras, desconocedores de Jesucristo y de la Biblia. El punto más evidente de conflicto es respecto a las imágenes de santos, cristos y vírgenes o bien de “esos monigotes”, que durante la fiesta patronal “no vienen, los traen”. Citas de profetas veterotestamentarios como Jeremías o el famoso Salmo 115, “tienen manos y no palpan”, son moneda corriente en la retórica homilética dominical de las iglesias evangélicas. Esta retórica iconoclasta no sólo provoca molestia en los católicos sino que en las poblaciones protestantes mexicanas, va construyendo  un Otro católico monstruificado cuya representación causa repulsión.
Esta retórica iconoclasta suele ir acompañada por críticas sobre la moralidad de las prácticas culturales populares desbordando críticas principalmente hacia el consumo de alcohol y el sufrimiento físico como puede verse en fiestas patronales, misas, las representaciones de la Pasión. Como menciona el antropólogo Carlos Garma, dado este choque cultural, para los evangélicos el católico es “alcohólico y violento, idolatra y fiestero”,”[23].  A su vez, para los católicos, los evangélicos son traidores a las costumbres, apóstatas, sectarios. Es claro que dadas estas representaciones de católicos y evangélicos el diálogo ecuménico es imposible y la violencia difamatoria o persecutoria inevitable.
Es en este contexto donde vienen a colación las reflexiones de Pedro Gringoire, pues tanto católicos como evangélicos deben respetar “los fueros sagrados de la libertad de conciencia” del otro, y entenderse como hermanos en Cristo si bien con prácticas y creencias particulares. En este sentido, el púlpito evangélico puede convertirse en un importante locus de tolerancia y buenas relaciones entre evangélicos y católicos pues si se deja de lado cierta pedagogía del odio hacia el otro católico cambiándola por una retórica ecuménica –ecumenismo no administrativo, ni orgánico, ni institucional, sino de ánimo y espíritu, entonces se pueden mejorar las relaciones entre ambos bandos.
Una hermana de la Congregación que pastoreaba se sintió aliviada cuando le comenté que su esposo católico no era un filisteo incircunciso, ni mucho menos un hijo del diablo, sino que era también cristiano. Al principio no daba crédito de mis palabras pero después se alegró de no tener que estar compartiendo el lecho con semejante monstruo[24]. Esto provocó un acercamiento  del esposo católico a la Congregación y, sin abandonar su fe católica, cooperaba entusiastamente en las actividades e incluso algunos cultos de la iglesia.
Es precisamente la esfera doméstica donde se generan los connatos de intolerancia más peligrosos. Por lo tanto, las iglesias evangélicas locales generarían un clima de prevención del odio y la persecución si ellas buscan des-mounstrificar a los parientes y amistades católicas si, sin abandonar la preocupación por su mejoramiento espiritual, reconocen que tratan con parte del cuerpo de Cristo. Y es que como vuelve a mencionar Garma:
[…] realmente no hay otra alternativa. Las conductas intolerantes y discriminadoras hacia las diferencias religiosas son costosas en términos del sufrimiento humano. Esto es sumamente lamentable viniendo de instituciones que proclaman que su intención básica es precisamente el bienestar de la humanidad, por lo cual enfatizamos la difusión de una tolerancia ecuménica como una necesidad social que tienen las diversas iglesias [25].

De este modo, la denuncia política y social de la persecución debe ir acompañada de esfuerzos culturales de prevención de la persecución, y los evangélicos debemos tomar nuestra responsabilidad para evitar que el católico sea mounstrificado, que emitamos apresurados juicios de valor respecto a sus creencias y prácticas y mostremos el rostro fraternal del evangélico,
[…] para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras (1 Pedro 2.12)

Es decir, que los miembros del mundo evangélico sepan, como dice Gringoire,
"Respetar en otros los derechos que reclaman para sí mismos, y reconocer y salvaguardar para otros las libertades que para sí mismos demandan (127)[26]".
Finalmente, sintetizo la ecuación sobre persecución hacia evangélicos: denuncia política + prevención cultural/teológica. Esto podría generar prácticas ecuménicas no institucionales, sino locales, de respeto y tolerancia. Así, los católicos saborearán quesadillas de las kermeses evangélicas, y los evangélicos darán vueltas en el tío vivo de la feria patronal. Cada uno respetaría el fuero individual del otro, pero cooperarían como hijos de Dios para el bienestar humano.
Sólo resta mandar una nota de unión al profundo anhelo por el que Pedro Gringoire, Gonzálo Báez-Camargo, luchó durante su vida profesional:
Quiera el Señor que surja pronto la aurora de ese día bendecido de reconciliación universal (29)[27]

[1] Agradezco a Carlos Martínez y Carlos Mondragón, así como a los asistentes al Coloquio Intolerancia y persecución contras los Evangélicos en México, por sus oportunos comentarios.
[2] “Tolerancia y persecución religiosa” en Carlos Monsivais y  Carlos Martìnez,Protestantismo, diversidad y tolerancia, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México, 2002. pág. 28.
[3] Citado en Ramón Baringa Osindale, Notas sobre “Crítica a la modernidad” de Alain Touraine en http://www.zerbitzuan.net/…/Critica%20de%20la%20modernidad%20de%20Alain%20Tourane
[4] Véase, Carolina Rivera, “Pluralidad confesional en el sureste mexicano” así como Carolina Rivera y Felipe Vázquez, “La fe que se expande por la costa del golfo, que cruza montañas y pantanos” en Alberto Hernández y Carolina Rivera ,  Regiones y religiones. Estudios de la transformación  sociorreligiosa, El Colegio de la Frontera Norte, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, El Colegio de Michoacán, México, 2009.
[5] Carolina Rivera, “Acción política de Organizaciones evangélicas en los Altos de Chiapas”, en Iztapalapa. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, año 28, núms. 62-63, enero-diciembre de 2007, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, México, pág. 22.
[6] Carlos Martínez García, Poligénesis del cristianismo evangélico en Chiapas, Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano, Publicaciones el Faro, México, pp. 106
[7] El presente esbozo se basa principalmente en la biografía reseñada por Jean Pierre-Bastian en Una vida en la vida del protestantismo mexicano. Diálogos con Gonzalo Báez-Camargo, El Faro, Comunidad Teológica de México, Ediciones La Reforma, Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano, México, 1999, pp. 7-18, así como los datos biográficos constatados en el libro aquí reseñado, ver infra pág. 4.
[8] Centro de Comunicación Cultural CUPSA, México, 1992.
[9] Centro de Comunicación Cultural CUPSA, México, 1992
[10] Reeditado recientemente por editorial Cajica, México, 2008.
[11] Las citas se señalarán entre paréntesis indicando sólo el número de página.
[12] “Pio XII, el papa de los estudios bíblicos”, octubre 15, 1958, pp. 9-12; “El movimiento bíblico en el catolicismo”, diciembre 18, 1958, pp. 13-16.
[13] “El Concilio ecuménico y la libertad religiosa”, noviembre 28, 1962.
[14] Roberto A. Lorea, “Violaciones de las libertades laicas en el Brasil del siglo XXI”, en Roberto J. Blancarte, Los retos de la laicidad y la secularización en el mundo contemporáneo, El Colegio de México, México, 2008.   211
[15] Marco Antonio Huaco, “Relaciones Iglesia-Estado en Perú: Entre el Estado pluriconfesional y el Estado laico”, Blancarte, op. cit., 156.
[16] “La entrevista de Roma”.
[17] “Trascendentales declaraciones de su santidad el papa”, diciembre 13, 1961, y “Tragedia y perspectivas de la unidad cristiana”, junio 12, 1962.
[18] “El papa de la reconciliación”, junio 5, 1963.
[19] “La entrevista de Roma”.
[20] Ídem.
[21] “Trascendentales declaraciones…”
[22] “El ministerio de la reconciliación”, diciembre 24, 1963.
[23] Carlos  Garma, “Percepciones de católicos y evangélicos”, en Elio Masferrer (comp.),Sectas o iglesias. Viejos o nuevos movimientos religiosos, Plaza y Valdez, México, pp. 221-226, véase también de Garma, “Los pentecostales ante las instituciones externas: las otras iglesias”, en Buscando el Espíritu. Pentecostalismo en Iztapalapa y la Ciudad de México,Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, Plaza y Valdez, México, 2004, pp. 246-254.
[24] Esta palabra no es arbitraria, Esteban Krotz ha demostrado cómo los grupos humanos, en su caso los colonizadores españoles y los indígenas del Nuevo Mundo, crean entre sí una representación mounstrificada del Otro, exagerando deficiencias morales, rasgos físicos, lengua, etc.,  La otredad cultural entre utopía y ciencia. Un estudio sobre el origen, el desarrollo y la reorientación de la antropología, México, Fondo de Cultura Económica/Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2002. En el caso de evangélicos y católicos esta “otredad mounstrificada” se encuentra en las representaciones de católicos y evangélicos señaladas por Garma (ver supra).    
[25] “Percepciones…” pág. 229.
[26] “Verdad, error y libertad religiosa”.
[27] “Trascendentales declaraciones…”

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