miércoles, 9 de abril de 2014

A 5 años de la influenza AH1N1: Un diario sobre la primera semana

Este mes se cumplirá media década de la aparición del polémico brote de influenza en México. Méxicanofobia por todo el mundo, como en aeropuertos chinos y en estadios chilenos de futbol; un Gobierno Federal (Calderón) que se sentía héroe Marvel, o el Mesías elegido para salvar a toda la humanidad de una pandemia terrible; así como suspicacias de una tremenda cortina de humo, fueron algunas de las cosas que dicho brote nos dejó.

Acá les voy a contar cómo me tocó vivir la primera semana de este brote mientras pastoreaba una Congregación presbiteriana, además de los efectos ya señalados, otro fue el de poner de manifiesto la invisibilización religiosa de quien no sea católico. Todo comenzó aquella noche de jueves…

24 de abril de 2009
Desde la pantalla televisiva se anunciaba un mensaje del Gobierno Federal que interrumpiría momentáneamente mi programa favorito. El Secretario de Salud José Ángel Córdova Villalobos (en ese momento no sospechaba que pronto se convertiría en el personaje que más esperaría ver en mi “tele” desde los tiempos del tío Gamboín) anunciaba la expansión de un virus de la influenza el cual obligaba a cerrar las escuelas el día de mañana, viernes 25.

Viernes por la mañana
En aquel momento pocos lográbamos entender la magnitud de la enfermedad que estaba apareciendo en nuestro país y el cierre de mi Universidad era lo que más me preocupaba. Por las calles se dejaban ver los primeros avisados quienes ya portaban cubrebocas; muy pocos, comparados con los que generaría la pronta aparición de la “fiebre de los cubrebocas” que en un par de días terminaría por agotar la existencia de estos artículos antes sólo pensados como objetos para enfermeras, pero que, si en algún momento lo necesitara, siempre habría alguno. Recuerdo haber utilizado un cubrebocas alguna vez debido a un gato que había en un café internet; soy alérgico al pelo de gato y en aquella ocasión me costó cincuenta centavos. El último que he comprado me quitó dos pesos de encima.

Sábado por la tarde
Con un asombro, del cual tarde un tiempo en reponerme, José Ángel Córdova Villalobos, por las facultades que su cargo le confiere, mandaba cerrar para el día domingo teatros, cines y demás lugares concurridos, incluidos ¡los templos!, y la continuación de la suspensión de clases hasta el miércoles 6 de mayo. Más de cinco veces le pregunté a mi novia si como yo había escuchado una disparatada disposición de cerrar los templos. Tras más de cinco pacientes confirmaciones agradecí no haber escuchado tremendo mensaje solo, pues aún creía que todo era producto de mi imaginación. Pero fueron las lágrimas de los miembros de la sociedad intermedia Nazir, porque precisamente ese domingo celebrarían su tercer aniversario, las que me hicieron poner los pies en la tierra y comenzar a ponderar lo que estaba ocurriendo. Poco a poco me fui alejando del zaguán blanco que lucía ya una gran pancarta fosforescente con la leyenda “Por disposición de la Secretaría de Salud se suspenden las actividades del domingo 26”.

¡Qué triste escena era aquella!, un templo, lugar de descanso y de oraciones, de confianza a Dios, a donde la gente puede recurrir en momentos de caos y de catástrofes, se encontraba anunciando que el día de mañana no podría ofrecer un espacio de fe, ni de confianza, ni de desahogo. Dentro de nuestro templo se encontraba un grupo de jóvenes recogiendo sus coloridos globos que decoraban el contorno de la puerta de la nave, repartiéndose la comida que nunca se cocinó y teniendo pena por un pastel que no tuvo fiesta.

Domingo, ese domingo. 
Con gran decepción pude constatar como en medio de esta crisis sanitaria se puso de manifiesto la “invisibilidad de los protestantes” (término acuñado con precisión por Carlos Monsiváis) y de las demás minorías religiosas frente a la pretendida hegemonía católica. Desde el sábado 25 y en la mañana del domingo 26, en los diversos medios masivos de comunicación (mass media) se daba la noticia de la suspensión de las “misas”, sin ninguna referencia a lo que ocurriría en las otras iglesias como la de los mormones, los hare krishna, o los diversos grupos evangélicos. Contundentemente el domingo por la mañana una locutora radial declaró que se hablaba de lo que ocurría en los templos de la iglesia católica debido a que era la “religión” dominante en el país: Una triste nota que nos canta melancólicamente lo poco que se ha avanzado en la cuestión de la tolerancia religiosa, y el reconocimiento público de la diversidad religiosa en el país.

- No es cuestión de discriminación - me espetaba una semana después alguna telefonista de Radio Red cuando, ante mi llamada quejosa por el comentario de la locutora, me decía que si no habían dicho qué ocurría en los templos no católicos – ni ese domingo ni toda la semana posterior – era porque ninguna iglesia no-católica había dado algún comunicado oficial sobre las actividades en sus templo, como sí lo habían venido haciendo las diversas diócesis de la República Mexicana. Me pregunto qué sería del periodismo si sólo pasaran las noticias que llegan a ellos, y no se dedicaran a investigar, incluso donde no se quiere que se investigue.

Lo cierto es que el domingo 26, los templos católicos permanecieron abiertos, sin celebrar en la mayoría de ellos misas sino sólo recibiendo fieles en oración. En la Basílica sí hubo una misa a las ocho de la mañana y en otros lugares de la zona metropolitana de la Ciudad de México también se registraron capillas pequeñas celebrando misas. En la estación radiofónica 1440 AM, el pastor Arturo Cruz Ontiveros anunció el sábado por la noche que en la iglesia pentecostal Mahanaim, entonces bajo su liderazgo, se cambiaba el culto dominical por una reunión de oración de intercesión. En otros templos evangélicos se celebraron cultos matutinos de 45 minutos o una hora y suspendiendo las actividades vespertinas. Muchos otros sí cerraron por completo, al igual que los templos mormones, como el de Centenario, frente al Metro Martín Carrera, que anunciaba con cartulinas la suspensión de labores hasta nuevo aviso. El Presbiterio Juan Calvino, de la Iglesia Nacional Presbiteriana, mandó un comunicado para sugerir la suspensión de cultos en todo su campo, aunque respetando la decisión de las iglesias locales.

Lunes. 
Perdido en mis pensamientos miraba los guantes de látex que se aferraban al tubo de un vagón del metro, mis manos ya tenían varios minutos sudando, pero ante la preocupación por el entonces llamado virus de la influenza porcina, el sudor parecía un mal menor. El siquiatra Lester Coleman tenía razón cuando afirmó que “las estadísticas son herramientas para el incremento del miedo”, pues conforme la Secretaria de Salud daba las primeras y confusos números, esta epidemia parecía crecer avasalladoramente sobre la Ciudad de México y el resto del país. Por la tarde nos enterábamos de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) había elevado la Alerta Pandémica de fase 3 – en la cual nos encontrábamos sin saberlo muchos – a fase 4.

Martes. 
–Es que están derribando el edificio de aquí en frente – decía con sonrisa nerviosa José Ángel Córdova Villalobos, “un favorito de la familia mexicana” según el oportuno calificativo de Brozo, como intentando convencerse a sí mismo durante una de sus esperadas conferencias de prensa. Pero no había ninguna obra de demolición, las lámparas bailando por toda la ciudad, y el mareo colectivo de sus habitantes daban cuenta de algo que nos debimos haber esperado, pues justo en el momento en el cual decíamos que las cosas ya no se podían poner peor… ¡estaba temblando!

- ¿Sabes qué le dijo la Ciudad de México a la influenza? - se podía leer algunas horas más tarde en varios blogs de internet – ¡huy sí, mira cómo tiemblo! - ¡bendito humor a la mexicana!

Enrique Ávila Segura, director de la Confederación de Porcicultores Mexicanos en entrevista radiofónica declaró con contundencia que recientes avances en las investigaciones sobre el virus lo están llamando “influenza norteamericana” (entrevista del día 28/04/2009 en Formato 21, 790 A.M). Enrique Ávila sabía que el descenso de la compra de carne de puerco se debía a que el calificativo de “porcina” hacia considerar a las carnitas, chicharrón y demás sabrosos platillos hechos con carne de puerco como transmisores de este tipo de influenza. Así mismo el lunes 27 de abril la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) había solicitado que por no haberse podido aislar el virus en animales, debe, a semejanza de la influenza española o la gripe asiática, recibir su nombre en base a su origen geográfico y no en referencia a un sospechoso animal hospedador (http://www.eluniversal.com.mx, consultado el 28/04/2009). “Influenza norteamericana” e incluso “Influenza mexicana” no eran tampoco rutas económicamente sanas pues pasarían a afectar ya no sólo a un sector productivo sino a toda una zona geográfica. Posteriormente se le llamó influenza humana o aún mejor influenza A-H1N1

Miércoles. 
El cierre de los restoranes en todo el Distrito Federal y la descomunal perdida económica que esto representa no sólo para los dueños de los locales, sino también para los empleados y demás sectores que abastecen de comida, utensilios y servicios de seguridad a estos lugares se sumó a los daños que la todavía llamada influenza porcina estaba provocando en la ciudad. En el resto del país aparecían nuevos casos y el número de los muertos todavía no estaba confirmado, se manejaban cifras erróneas que iban desde 26 hasta 149. En Estados Unidos también se estaban reportando casos y la palabra “sospecha” se convertía en el leit motiv, en la constante lingüística del mundo entero. Por la tarde Margaret Chan, Directora de la Organización Mundial de la Salud dictaminaba la elevación de la alerta pandémica de fase 4 – en la que recién nos estábamos estrenando – a fase 5. Que esta alerta es global y que no representa que la enfermedad esté cundiendo en México, sino que se esté expandiendo en otros países del mundo (un cruel alivio) tardó en ser comprendida por los mexicanos.

Jueves. 
Las pruebas de casos sospechosos arrojaban sus primeros resultados comprobados. Siete muertos eran los confirmados. Pero existía mucha reticencia por dar más variables estadísticas como género, estatus social, lugar de origen, etc. Se anunció el que se conocería más tarde como “el puente de la influenza” y del 1 al 5 de mayo todas las “actividades no esenciales para el país” quedaban suspendidas. Desde luego entre ellas se encontraban los servicios religiosos, a diferencia de los partidos de futbol de la jornada 16 que se llevarían a cabo a puerta cerrada. 22 jugadores en la cancha más un árbitro, más 4 jueces de línea, más 2 directores técnicos, más las reservas de ambos equipos y los numerosos reporteros televisivos que se congregan en los estadios sin público son menos riesgosos y más “esenciales” para el país que los 20 a 25 miembros promedio que se reúnen en la mayoría de los templos evangélicos y en lo demás templos de diversos grupos religiosos en México.

Viernes. 
Se cumplía una semana de que la Ciudad de México vivía en contingencia sanitaria. “¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa!” (Lamentaciones 1.1) era la mejor descripción para el Distrito Federal. Una semana había sido suficiente para transformar drásticamente el rostro de México. Saludos a distancia, sospecha aterradora para quien se atreva a estornudar o toser en un pesero o en el metro, inspección constante de nuestro cuerpo para descartar cualquier síntoma de influenza y un miedo que te llega hasta el gaznate se comenzaban a convertir en cotidianidad. Los “ateos de la influenza” se comenzaban a quedar sin argumentos metafísicos para negar la existencia de la epidemia, aunque su recalcitrante suspicacia perdurará mucho tiempo.

Bajo la cálida luz del sol que atraviesa la ventana de mi departamento pasaba la página 747 de la quinta entrega de J.K Rowling, Harry Potter y la Orden del Fénix, que había comenzado a leer unos días antes. Una evidencia del confinamiento que había resultado de esta primera semana de contingencia epidémica. Mientras Harry resolvía su examen TIMO de “Historia de la magia” yo me preguntaba qué sería del futuro.

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