miércoles, 9 de marzo de 2016

Un paseo en bici con cuatro teólogos


Una triste forma de comenzar el viaje.

El año pasado en la ciudad de México, hasta finales del mes de noviembre, se habían registrado nueve ciclistas muertos por atropellamiento vehicular y doce lesionados. A inicios de diciembre se sumó uno más. Las dificultades de pedalear en una ciudad como el ex Distrito Federal son múltiples, desde los pocos espacios en el arroyo vehicular hasta la falta de reacción oportuna de parte de los automovilistas al encontrarse con una bicicleta a medio camino. No se descarta que haya ciclistas imprudentes, que no rueden con las debidas precauciones, pero es ridículo pretender que los accidentes ciclistas se deban a “falta de pericia” como señaló el procurador general de Justicia del Distrito Federal, Rodolfo Ríos.

Más bien es un asunto de visibilidad: saber ver/leer una bicicleta por parte de los vehículos automotores. Los ciclistas aprenden muy pronto a visualizar y decodificar su entorno y los signos circundantes. Todo ciclista es un semiólogo por supervivencia, ya que de su habilidad interpretativa depende, literalmente su vida. Lo que hace falta en las urbes respecto de la bicicleta, no son solo políticas a favor del ciclismo (que mal planteadas y aplicadas suelen aumentar el rechazo de la población hacia los ciclistas), sino una cultura semiótica ciclista, el esfuerzo conjunto de la sociedad - incluídos ciclistas - por aprender a ver y utilizar a la bicicleta. Esto lo he planteado con aterioridad en el blog del portal de noticias de Animal Político.



La bicicleta es un dispositivo de movilidad y, al mismo tiempo, como aquí intentaré verlo, un aparato teológico que debe ser visibilizado. De los teólogos famosos, sabemos que al menos Albert Schweitzer, Karl Barth, C.S. Lewis y hasta el anarquista cristiano Jaques Ellul eran ciclistas frecuentes. Pedaleemos un poco a su lado.

Parte de la siguiente información sobre teólogos y la bicicleta la he encontrado en el texto de Bryan Nixon “Follow the Theologians: Ride a Bike”, Cross Map, Mayo 17, 2015, otro tanto en las diversas fuentes bibliográficas y epistolares a continuación citadas.

Schweitzer y Ellul: La bicicleta como descubrimiento teologal.

Schweitzer, nacido en 1875, vio la introducción de la bicicleta en los entornos escolares. En un principio este invento y sus llantas eran vistas como peligrosas pues asustaban a los caballos. No era adecuado tampoco que un hijo de pastor, como Schweitzer lo era, rodara en bicicleta, pero el padre de este futuro teólogo, músico, misionero y defensor de los animales dejó de lado prejuicios ministeriales y le permitió montarla. Schweitzer viajaba por el mundo en bicicleta, literalmente, tal como Siegfried Neukirch ha constatado en su libro My Journey to Albert Schweitzer: Across North, Central and South America, to Africa by Bicycle and the Return to Europe, donde recupera la biogarfía de sus viajes con él.

Monumento a Albert Schweitzer en Weimar  


Para Schweitzer:

La bicicleta tiene una forma de conectarte con la naturaleza, la tierra y el mundo de un modo distinto a cualquier otro medio de transporte moderno.





Saltemos a Jaques Ellul. Muy relacionado con la teología política, de él se suele olvidar que también desarrolló una teología del urbanismo, que como ha señalado Carlos Martínez García, es una dencuncia profética contra la "idolatría del poder". Ellul también se vio involucrado en el desarrollo de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología (ESCT). Forma parte de lo que puede considerarse una teología sociotécnicamente constructivista.

A propósito de la bici, Ellul tuvo puntos de coincidencia con dos constructivistas. Para Trevor Pinch y Wiebe Bijker, el diseño de la bicicleta predominante (con las dos ruedas más o menos simétricas) no se debe a un predominio de su eficiencia, sino al triunfo de “actores sociales relevantes” específicos.  Este análisis se puede encontrar en el ensayo “The king of the road, The Social Construction of the Safety Bicycle” aparecido en el libro clásico Of Bicycles, Bakelites, and Bubls. Toward a Theory of Sociotechnical Change (The MIT Press, Cambridge, 1997, pp. 29-100). Como señalan Helena Jerónimo, José Luis García y Carl Mitchman, en su obra Jaques Ellul and the Thechnological Society in the 21st Century, el paradigma de los ESCT es congruente con la crítica que Ellul venía desarrollando hacia el “principio de eficiencia” y al determinismo tencológico

Pero para Ellul la bicicleta también fue el transporte de conversión. En la década de los veinte este joven marxista se encontró con Dios y trató, como Jonás de huir. No usó un barco, sino una bicicleta.

Jaques Ellul
De repente me conocí a mí mismo estando en la presencia de algo tan asombroso, tan abrumador que había entrado a lo más profundo de mi ser. Monté una bicicleta y hui. Me dije a mí mismo: ‘Has estado en la presencia de Dios’. Empecé a correr por mi vida alejándome de Aquel que se había revelado ante mí. Me di cuenta de que Dios había hablado, pero no quería que él me tuviera. No quería ser controlado por otro.


Pedalear bicicleta es un asunto de derechos humanos, de libertad, tú debes tomar la responsabilidad de mover los pies y conducirte a ti mismo por las calles y veredas. Tal aspecto de libertad y conversión ha sido señalado por el antropólogo Marc Augé en su exquisito texto Elogio de la bicicleta.
El primer pedaleo constituye la adquisición de una nueva autonomía, es la escapada, la libertad palpable, el movimiento en la punta de los dedos del pie, cuando la máquina responde al deseo del cuerpo e incluso casi se le adelanta. En unos pocos segundos el horizonte limitado se libera, el paisaje se mueve. Estoy en otra parte, soy otro y sin embargo soy más yo mismo que nunca; soy ese nuevo yo que descubro (pág 39).
Andar en bicicleta como acto antropológico permite conectar con la libertad e, incluso, en casos como Schweitzer y Ellul, con la misma trascendencia divina.


Barth, Lewis y el mundo nuevo y extraño que se ve pedaleando.
 
Un joven Karl Barth

Según la revista “Christian History” Karl Barth “fue uno de los primeros pastores en la región en tener una bici, la cual usaba para llegar pedaleando a las reuniones ministeriales”. Poco después de ser ordenado pastor, Barth era un ciclista tenaz. Esto lo ha puesto de manifiesto Eberhard Busch en una recopilación epistolar titulada Karl Barth. His life from letters and autobiographical texts. Ahí suele referirse a “mi confiable bicicleta” (pág 73) como su principal medio de transporte, el cual rodaba durante dos horas y media por día recorriendo importantes distancias. Puede decirse que su famosa Carta a los Romanos es un tratado ciclista: una obra que se gestó al compás de los pies subiendo y bajando en tensión dialéctica por los pedales de una bicicleta. Pedalear una bicicleta es encontrarse constantemente con el Si y el No divino que impulsan a la historia en su devenir.



C.S Lewis de Niño

C.S. Lewis, por su parte, jugaba desde pequeño con su hermano Warren en bicicleta, pero cuando llovía era un fastidio pues debían quedar en casa. El “pequeño Jack” dibujaba “animales vestidos” y creaba historias de un país fantástico. Así surge uno de sus primeros cuentos: “La historia de Boxen”, que junto con otras fábulas prefiguraban las posteriores “Crónicas de Narnia”. En 1905, cuando tenía 7 años de edad, su familia se muda a una nueva casa a las afueras de Belfast, lo cual, según Lyle Dorset y Mead Marjorie en su prefacio a Cartas de C.S. Lewis a los niños, fue una gran alegría para él y su hermano pues “por primera vez en su vida un corto paseo en bicicleta los llevaba hacia la belleza del abierto montañoso campo irlandés” (pág 24).




 En su ensayo“A propósito de bicicletas”, Lewis plasma los comentarios de alguien a quien identifica como su amigo, quien sintetiza la vida humana a partir de la relación con la bicicleta:

La bicicleta es sólo un ejemplo. Pienso que existen estas cuatro etapas en todos los ámbitos de la vida. Pongámosles nombres. La etapa "no encantada", la etapa "encantada", la etapa "desencantada", y la etapa "reencantada". Cuando niño chico, las bicicletas no tenían encanto para mí. Luego, cuando aprendí a andar en ellas, me encanté. Hacia los 16 años, me desencanté, y ahora estoy reencantado con ellas.
La bicicleta es una compañera de vida, una vieja amistad que puede llegar en cualquier momento, aun cuando hubieren pasado muchos años y décadas y vuelve a encantar. Así, la bicicleta tiene una dimensión ética y no solo de técnica de movilidad. Según Gadamer “una tekhne (práctica) se aprende, y se puede también olvidar. En cambio, el saber moral, una vez aprendido, ya no se olvida" (pág 388).

Y es que como es sabido, andar en bici, una vez aprendido, ya no se olvida.

El viaje continúa. 

Schweitzer, Ellul, Barth y Lewis, cuatro importantes teólogos, con visiones y proyectos teológicos y de vida distintos pero unidos por la cadena de bicicleta que les permitió surcar las avenidas para llegar a las labores humanitarias, escapar de Dios, encontrarse con él o simplemente disfrutar de la belleza del campo.




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