martes, 10 de enero de 2017

¿Quién los viera juntos?


Paradojas sociales de evangélicos y católicos ante la diversidad sexual.[1]

Texto presentado en el “Foro Iglesias y Estado Laico”, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, México, 19 de octubre de 2016.


1. Los hombres de hoy en neo-victimización

Los hombres de hoy emiten quejas constantes sobre cómo vivimos discriminados, marginados, que todos se preocupan por el asesinato de mujeres, pero nadie piensa en los asesinatos de hombres, que los dados jurídicos, políticos y sociales están cargados a favor de las mujeres. Que el feminismo es una “ideología” de segregación porque desde el nombre “feminismo” ya se muestra que la preocupación está exclusivamente en un solo género, que debería llamarse igualismo (sic) (decir esto último es como afirmar que la tierra es plana, porque donde vivimos se llama planeta, ¡si la tierra fuera redonda, se llamaría redondeta!).

A este fenómeno de hombres lamentándose por lo mal que la sociedad les trata en comparación con las mujeres, le llamo “neo-victimización masculina”: Cuando los hombres comienzan a cuestionarse sobre la especificidad de su género al percatarse que existe una preocupación generalizada hacia el trato que las mujeres reciben y entonces, en un acto de imitación, reclaman que están siendo sub-atendidos.

Para René Girard,[2] el origen de la violencia se da en el acto de la imitación (mimesis). El imitar gestos, conductas, palabras y deseos es característico de los seres humanos. A este impulso de imitación de los bienes, habilidades o circunstancias del Otro que deviene en acciones violentas para extinguirlo, Girard le llama deseo.

El hombre – afirma Girard - es una criatura que ha perdido parte de su instinto animal a cambio de obtener eso que se llama deseo. Saciadas sus necesidades naturales, los hombres desean intensamente, pero sin saber con certeza qué, pues carecen de un instinto que los guíe. No tienen deseo propio. Lo propio del deseo es que no es propio. Para desear verdaderamente, tenemos que recurrir a los hombres – o mujeres - que nos rodean, tenemos que recibir prestados sus deseos. (Citado en Burbano, 2003: 25).

La neo-victimización masculina es, en realidad, una para-victimización: la manifestación subjetiva del deseo masculino por llamar la atención de las fuerzas sociales a fin de que se mantengan intactos sus privilegios de género asumiéndose como victimas al buscar medirse con el mismo baremo de violencia que se aplica al analizar los riesgos de las mujeres: Asesinatos, violaciones, agresiones laborales, ataques en lugares públicos, y suponiendo que, en estos rubros, existe igual o mayor desventaja para los hombres que para las mujeres. Por lo tanto, las actitudes machistas violentas están plenamente justificadas porque son un acto de protección masculina.

Lo que esta neo-victimización o para-victimización masculina pierde de vista es que no se está hablando solo de un número mayor de casos de agresión hacia mujeres, sino de la existencia de una violencia diferenciada hacia ellas.

Los hombres de hoy que se suman a esta neo-victimización se quejan de que las mujeres no aportan lo mismo económicamente en la casa, que ellos tienen siempre que cargar las cosas pesadas, que, si se enferman, nadie los cuida, que también desean que las mujeres les rueguen, los traten con cariño, los hombres de hoy quieren también poderse sentir bellos y que les regalen flores… los hombres de hoy.

¿Qué está pasando?

George Yudice analizando grupos de discusión de hombres blancos anglosajones y heterosexuales encontró que ellos deseaban ser progresistas, es decir, estar en contra de la guerra, la violencia, el sexismo y el racismo, al mismo tiempo que formaban parte de un movimiento pro-masculinidad, pero por las “responsabilidades” que penden sobre ellos estos hombres sufren ansiedad, se suicidan, se sienten oprimidos tanto por la estructura política como por los movimientos que niegan su derecho a ejercer poder y ciudadanía por el hecho de ser hombres “privilegiados” que sólo se encargarían de reproducir la dominación masculina. Esto provocaba que se sintieran presos de una especie de sexismo “matriarcal” al notar el contraste entre lo que se supone debían ser: hombres dominadores, y lo que realmente eran: hombres subalternos.[3]

En realidad, los hombres no debieran estar ofendidos o sentirse discriminados por las mujeres, sino con la estructura sociopolítica que nos mantiene en subalternidad. La neo-victimización es manifestación de masculinidades subalternas que, concientizándose de su vulnerabilidad material y social, encuentran en las mujeres el chivo expiatorio de la violencia estructural que padecen, en lugar de cerrar filas comunitarias junto con la Otredad femenina para hacer frente a la desigualdad social.


2. Las iglesias hoy en asociación segmentaria

Dentro del escenario religioso la situación también presenta diversas paradojas.

Desde muchos púlpitos evangélicos se desconoce que los católicos también son cristianos y se les trata de paganos, idólatras, desconocedores de Jesucristo y de la Biblia.  Como menciona el antropólogo Carlos Garma, dado este choque cultural, para los evangélicos el católico tiene una masculinidad defectuosa, pues es “alcohólico y violento, idolatra y fiestero”,[4] con quien la cándida joven cristiana no debe casarse para no caer en el temido “yugo desigual con los incrédulos”. A su vez, para los católicos, los evangélicos son traidores a las costumbres, apóstatas, sectarios. Es claro que dadas estas representaciones entre católicos y evangélicos el diálogo es imposible.

Todo lo anterior era completamente cierto, ¡hasta hace unos pocos meses! Los pasados 10 y 24 de septiembre una gran cantidad de evangélicos se unieron en abrazo fraterno con sus hermanos católicos para marchar juntos en pro de una misma causa, mostrando lazos de diálogo y solidaridad, alzando juntos las manos como parte de un mismo pueblo, y con una misma voz... y hubiera sido una escena maravillosa de ecumenismo, excepto por el ignominioso hecho de que estaban marchando para exigir que se restringieran los derechos de las personas de la comunidad LGBTTI, muchas de ellas hermanas en la fe.



Como ver al Capitán América aliado con el Soldado del Invierno, a Batman haciendo mancuerna con el Joker, ¡Piolín ayudando a Silvestre!, fue la paradoja registrada en los últimos meses donde hemos sido testigos de una impúdica manifestación pública y masiva de yugo desigual entre evangélicos y católicos.

Saquemos el veneno, preparemos el oráculo, atrapemos al pollo, invoco al espíritu de Evans-Pritchard a manifestarse para que nos explique, ¿qué rayos está pasando?[5]

A diferencia de la filosofía trascendental de Kant, Evans-Pritchard no concibe al tiempo y al espacio como categorías mentales a priori y absolutas, sino como construcciones estructurales socialmente determinadas por las actividades realizadas por los individuos a las que llama “unidades ocupacionales” (Evans-Pritchard: 119), las cuales se tabulan en cómputos temporales espacialmente referidos, dependiendo de “el grupo de personas que los use: familia extensa compacta, aldea, sección tribal, etc.”[6]

Esta resemantización de los hechos positivos del tiempo ecológico y espacio geográfico, transformados en tiempo social y territorio, respectivamente, se mide a través de la “distancia estructural”, que es el grado de acercamiento o lejanía de los miembros de los grupos sociales en referencia a los valores comunitarios.[7] Esta distancia no es geográfica, pero tampoco determinada por la homogeneidad cultural de los individuos, sino por el sentimiento de comunidad acentuado sobre todo en los periodos de guerra y los climas agrestes; la cercanía o lejanía estructural depende de la asociación con el sistema de clan de dos grupos.

Ya Durkheim hablaba de “distancia moral”.[8] Esta distancia moral se incrementa en relación directamente proporcional a las subdivisiones del grupo social (fratrías y clanes), lo que indica mayor o menor cohesión. Para Evans-Pritchard la distancia estructural puede ser política, de linajes y de grupos de parentesco.[9] Añadimos nosotros, también religiosa.  

Así, aunque una aldea nuer esté más cerca geográficamente de una aldea dinka, no por eso tiene menor distancia estructural que con otra aldea nuer de una sección primaria.

“Yo contra mi hermano, yo y mi hermano contra el enemigo” … dependiendo de la asociación en el sistema, en este caso religioso, es la distancia entre dos personas de diferente confesión de fe. Un evangélico y un católico discutiendo sobre la Vírgen de Guadalupe, se encuentran estructuralmente muy distanciados y corren el riesgo de terminar muy mal la velada, pero al hablar sobre los homosexuales, es decir, al modificar, en la interacción discursiva el tema de asociación, la distancia se acorta y se encuentran muy de acuerdo.

Las marchas del Frente Nacional por la Familia que convocó a católicos y evangélicos en contra de las personas homosexuales es un caso de modificación de la distancia estructural entre estos dos grupos a partir del nivel de asociación: pasar de lo doctrinal al género.

Un papá evangélico de la ciudad de México, por sus valores y sentimiento de comunidad, está más cerca de un idólatra católico de Guadalajara que sale a marchar para que los gays no adopten, que de su hijo homosexual que duerme en la habitación de al lado… yo evangélico contra el católico, yo y el católico contra el homosexual. 

3. Somatización y pensamiento analógico

Si le preguntamos a Norberto Rivera y a la mayoría de católicos y evangélicos aliados con el Frente Nacional por la Familia, el problema de fondo con los homosexuales es un asunto biológico: “el ano es para expulsar, no para recibir”.[10] Es decir, la construcción de la otredad homosexual es androcéntrica, lo que se lamenta es que el “modelo de varón” se esté trastocando en la sociedad actual, y al caer el hombre, cae la familia. En realidad, estos católicos y evangélicos no están pensando en la homosexualidad femenina (excepto cuando ven porno por Internet).[11]

Así como hemos visto en operación la lógica de asociación segmentaria de Evans-Pritchard en este fenómeno, también se encuentra operando una forma de pensamiento analógico. Por más sorprendente que suene, Mary Douglas sí escribió algo más que “Pureza y Peligro”, y poco antes de morir publicó un hermoso libro llamado “El Levítico como literatura” en el cual muestra que, a diferencia del pensamiento lógico-deductivo, el pensamiento analógico entiende al cosmos como una unidad intrínsecamente conectada, en donde una parte afecta al todo en una relación, no causal, sino en cadena de asociaciones.[12]

Entendamos este pensamiento desde la masculinidad cristiana conservadora.


  • Dios es varón, y como decía Mary Daly, de ahí se concluye que el varón es Dios.
  •  Dios ha creado al mundo y ha puesto un orden natural.
  • El orden natural establece leyes que deben seguirse en la organización social.
  • La organización social es sustentada cuando las familias son conforme a las leyes de la naturaleza.
  • La familia es dirigida por un varón que honra su cuerpo y su naturaleza masculina según el “modelo de varón” establecido por Dios.
  • Por lo tanto, el modelo de varón representa a Dios que ha puesto leyes naturales que deben regir la sociedad y determinar la estructura familiar.

Por otro lado: 

El homosexual: 1) penetra a otro hombre o 2) es penetrado por otro hombre. En cualquiera de los casos, representa un menoscabo del “modelo de varón” que “representa al cuerpo perfecto” que “lidera la familia” que “mantiene en orden la sociedad” que “sustenta al mundo” según “el orden natural” que “representa a Dios”.

Así, cual, si fueran fichas de dominó, la homosexualidad comienza una reacción en cadena que amenaza con subvertir la realidad tal cual la conocemos y llevarnos a la destrucción.

Por eso legitimar la homosexualidad, permitirles a los gays casarse y adoptar no puede ser otra cosa que convocar a las fuerzas del Caos a destruir el mundo. La homosexualidad, en esta forma de pensamiento analógico, daña los cuerpos, destruye la familia, descompone la sociedad, trastorna el mundo, invierte la naturaleza y ofende a Dios. Por eso hay quien ha dicho, que los gays son causantes de terremotos y tormentas como parte del Juicio de Dios. Recordemos que, en 2009, muchos evangélicos señalaban que la influenza AH1N1 se debía a que el entonces Distrito Federal había despenalizado el aborto y quería, en ese entonces, promover las sociedades de convivencia entre personas del mismo sexo.

 Fin: Preguntando por el Apocalipsis gay.

Quise estresar este planteamiento con algunos informantes en redes sociales. Durante dos semanas en un grupo de Facebook de estudiantes de teología, identifiqué a 15 hombres y mujeres fundamentalistas abiertamente homofóbicos a quienes les realicé la misma pregunta:

¿Consideras que la aceptación de los homosexuales es parte de las fuerzas demoniacas que quieren transformar las leyes y la naturaleza como preámbulo al surgimiento del Anticristo, que, por supuesto será gay, y desenlazar los eventos del fin del mundo?

Grande fue mi sorpresa, cuando a todas las personas a las que les realicé esta pregunta tras detectar su conservadurismo, perpsectiva milenial y homofobia, respondieron todas lo mismo: ¡NO!.

Ninguno estuvo dispuesto a admitir abiertamente en el Grupo que los gays representan el Fin del Mundo, pese a que se manifestaban constantemente que su conducta era anti-natural, llena de pecado, condenable y causante de males morales y sociales, aunque stalkeando algunas publicaciones de sus muros personales ponían memes que sí apuntaban a tal cosa.

Sin duda el peso de lo politicamente correcto sí pesa aún entre los fundamentalistas que no vinculan de forma pública a los gays con el Apocalipsis, pero también representa las dudas que ellos mismos tienen de su sistema doctrinal.

Como sea, termino lamentándome, ¡ya no hacen apocalipsis como los de antes!, en mis tiempos, las profecías del Fin del Mundo ¡si iban en serio!




[1] Raúl Méndez Yáñez
[2] Citado en Burbano Alarcón, Mauricio, Religión y violencia. Introducción a la filosofía de René Girard. Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Filosofía, Bogotá, 2003. [Trabajo de grado para optar por el título de Licenciado en Filosofía].
[3] Yudice, George, “What's a Straight White Man to Do?”, en Constructing Masculinity, Nueva York, Routledge, 1995, pp. 267-283.
[4] “Percepciones de católicos y evangélicos”, en Elio Masferrer (comp.), Sectas o iglesias. Viejos o nuevos movimientos religiosos, Plaza y Valdez, México, pp. 221-226, véase Garma, “Los pentecostales ante las instituciones externas: las otras iglesias”, en Buscando el Espíritu. Pentecostalismo en Iztapalapa y la Ciudad de México, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, Plaza y Valdez, México, 2004, pp. 246-254.
[5] Evans-Pritchard E., Los Nuer, Anagrama, Barcelona, 1977. .
[6] Idem, pág 121.
[7] Idem, pág 127.
[8] Durkheim, Emilio, Las formas elementales de la vida religiosa, México, Colofón S.A., 2000, pág 115.
[9] Evans-Pritchard, op cit., pág 130.
[10] “El ano según el cardenal Norberto Rivera”, Sin embargo.mx, 1 de agosto de 2016, http://www.sinembargo.mx/01-08-2016/3074174
[11] Olaf Chelsen, Paul, An Examination of Internet Pornography Usagen Among Male Students at Evangelical Christian Colleges, Loyola University Chicago, 2011. http://ecommons.luc.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1149&context=luc_diss
[12] Douglas, Mary, El Levítico como literatura. Una investigación antropológica y literaria de los ritos en el Antiguo Testamento, Barcelona, Gedisa, 2006.

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