Así, los blancos ven un Jesús blanco, los conservadores a un Jesús machista; mientras que los pobres a un Jesús pobre, los defensores de los DDHH casi imaginan a Jesús luchador social. Lo cual no es malo en absoluto, pero tampoco agota todas las dimensiones cristológicas. Reconozcamos con gusto que Jesús es solo otra forma de hablar de nuestros propios intereses, un reflejo o metáfora del mundo que anhelamos, y que esto nos sirva para dialogar y revisar si, en efecto, es el mundo que queremos.
La competencia por la apropiación de quién era Jesús es solo la colocación de nuestras propias agendas de intereses en la palestra pública. Vernos en el Espejo de Jesús es más una hermenéutica de autoconocimiento que una exégesis objetiva, por lo tanto nuestra cristología debe ser pública, sujeta a observaciones y vigilancia comunitaria.
Se debe pasar del narcismo a la otredad. Jesus también es como el Otro, extraño, diferente, discrepo mucho de él. Cierra tus ojos, respira, enciende incieso si lo necesitas y repite una variante de la inscripción grabada en el Espejo de Oesed: ¡No es Jesús, sino de mi corazón el deseo!
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