domingo, 24 de mayo de 2015

ELEGIA POR EL NECAXA (Generación 1982-2009)

Lo siguiente lo escribí en 2009, cuando el Necaxa descendió a Primera A. En ese entonces fue derrotado por quien se consideraba su hermano televiso: El América. Hecho contundente fue que mientras Necaxa perdía, el equipo Tigres, con quien peleaba por no descender, ganaba ¡siendo su presidente Enrique Borja! quien  anteriormente presidia al Nexaca. 

Ayer Los Rayos volvieron a quedar a un paso de regresar a Primera División, pues, como dice Juan Villoro: "El Necaxa es para mártitres". 
(Elegia:  Composición poética del género lírico, en que se lamenta la muerte de una persona o cualquier otro caso o acontecimiento digno de ser llorado).   

“Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo” (Génesis 4.8)

Aquellos ojos derramando hidrocálidas lágrimas en el estadio, en las casas, en las calles; mirando un césped ensangrentado. Un Rayo descendió… para su propia sepultura; y quemó ilusiones, sueños y los recuerdos de tiempos mejores. La estirpe que nació en 1923 en medio de los frenesís urbanos por la electricidad, ha conocido tres generaciones que han desaparecido.

Hoy se llora por la última y surgen, desde el fondo de las entrañas de la memoria, aquellos nombres, emblemáticos y victoriosos: Ivo Basay, el “Ratón” Zarate, Alex Aginaga, Ignacio Ambriz, Nicolás Navarro, Ricardo Peláez… hitos de tiempos de la infancia de esta generación, de apego a la familia, cuando “el Azteca” era un hogar, cuando dos estrategas posicionaron como una exitosa franquicia a quien ahora ha descendido.

El primero meditabundo y bonachón, Manuel Lapuente, pastoreó triunfante a “los Rayos”, a los bicampeones, al “equipo de la década”; el segundo parsimonioso, creyente y de doble nostalgia, Raúl Arias, símbolo de triunfos y de fracaso, hoy de fracaso. Pero la tristeza del hoy no puede extinguir la pasión de tantos ayeres.

¡Oh Necaxa yo te recuerdo!, tus alegrías en mocedades, mis propias alegrías, cuando un hermano Águila volaba por los mismos cielos donde esparcías tus rayos, cuando un presidente, un padre, te cobijaba; cuando Enrique Borja te defendía… hoy te ha dado la espalda, el que antes te presidia, hoy cuida de tu último enemigo.

Y un día saliste del hogar, más de quinientos kilómetros te alejaste, con maletas llenas de esperanza, repletas de expectativas, repletas de largas historias de tus ancestros de las dos generaciones que te precedían, ahora vivías tu propia historia, aquella nacida en 1982. Nueva tierra, nuevo estadio, ganabas nuevas aficiones, perdías otras tantas. Aguascalientes fue el lugar de la prueba, de tu mayoría de edad, de tus intentos solitarios.

Más tu minuto estaba marcado, debías regresar al que considerabas tu hogar, “al Azteca” nuevamente, y tu hermano, cual Caín buscando su propio triunfo (¿cómo podría ser de otro modo?) fríamente sólo dijo: “salgamos al campo”.

“Y aconteció que estando en el campo, América se levantó contra su hermano Necaxa, y lo mató”.

Presa de las leyes tribales sólo regresaste al hogar para padecer el fratricidio, degollado fuiste por tu hermano. A lo lejos un tigre rugía, maltrecho pero viviente; rugido asesino de quien fuera tu padre. Así terminaba tu historia en la primera división, a manos de tu familia, en el lugar de tus infancias.

Trágicamente bella fue tu muerte, y si en los cielos están los rayos, a los cielos mi vista mirará, aunque no sea de las pasiones la primera, sino la primera A.

¡Oh Necaxa yo te recuerdo!, y esperaré por el día en que el espíritu de “los once hermanos”, los primeros héroes de tu estirpe, égidas de tu historia, vuelvan a las nubes hacer conmocionar, y como una tormenta eléctrica, nuevamente y con furia renovada el ¡fuerza Rayos! se vuelva a entonar.



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