Perfecto, glorioso, en sí mismo es y por sí mismo subsiste, eternamente admirable, estos y otros atributos son los que un gato piensa sobre sí mismo.
¿Para qué uno va a necesitar a Dios si tiene un gato en casa?, no solo es objeto de nuestra devoción, sino que también consuela en momentos tristes frotando su cálido pelaje contra nosotros, y al ver a un gato persiguiendo una pluma al vuelo o haciendo malabares para atrapar un bicho, queda claro que ni la gracia de Dios es tan cautivadora como las gracias de un gato.
¿En qué ha fallado Dios?, ¿por qué no dan ganas de abrazarlo y cantarle al oído?, ¿por qué no deseo mirarlo fijamente a los ojos y perderme en su mirada?. ¿Será que no soy muy fan de Jesús Adrián Romero (JAR)?, ¡en serio!, en sus canciones cambien "gato" por "Dios", ¡todo cobrará sentido!
Dios ha sido un Ente inmutable, abstracto, pasando por un Déspota monárquico de absolutos decretos, un cortés caballero que deja todo a tu elección, hasta terminar en esta felinización romántica como en las alabanzas de JAR. Pero aun así, estas estrategias no le sirven mucho a Dios, se encuentra a la baja según el índice Dow Jones de las convicciones.
Pese a todos sus cambios de imagen, Dios sigue teniendo un fuerte tufo a obligación, a dolor, a muerte y aburrimiento (o aburrimiento mortal como en muchos sermones). Está bien Dios para momentos de necesidad, pasar un examen, vamos, hasta para aparecerse en la cama en el momento decisivo (¡oh my God!), pero de ahí a ¿cantarle y pensar en él todo el tiempo? Dice Rubem Alves que "solo el celoso piensa todo el tiempo".
¿Acaso la vida se segmenta entre quienes son adoradores de Dios tiempo completo y aquellos pecadores destinados al infierno por solo acordarse de él de vez en cuando, quizá sin siquiera tener la necesidad de creer en él, sino solo acordarse?
Dios no ha fallado, el lugar que tiene en la sociedad es el correcto. Sencillamente Dios no puede regular toda las esferas de la vida, menos aun la política (Trump y AMLO debieran entenderlo), y desde luego las iglesias han dejado de ser sus únicas voceras desde hace mucho.
Decía Dietrich Bonhoeffer, pastor luterano que fue asesinado por el régimen de Hitler por conspiración contra esa locura del Tercer Reich, que el mundo debe avanzar a una mayor autonomía respecto de Dios, hasta lograr vivir como si Dios no existiese.
Eso no va a pasar, Dios no va a desaparecer del horizonte humano, es seguro. Pero sí podemos vivir felices acordándonos de Dios de cuando en cuando. Quizá al estar frente al fuego de la chimenea o al despertar por la mañana y encontrarlo acurrucado y ronroneando a nuestros pies.
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