En ventosa tarde por la explanada del centro de Coyoacán, una lluvia amenazaba la ciudad pero no los esmerados brazos de un joven que con paciencia y afán sostenía una pancarta:
SE REGALAN ABRAZOS
Así las cosas cuando con pies sabios se acerca una anciana, recibe su abrazo y le pregunta al emisario de la insensata juventud:
- ¿Quiénes vienen por abrazo? - pregunta la seńora.
- Yo no rechazo a nadie, acepto a todos - responde ilusionado el apóstol de la fraternidad carnal - religiosos o no, indígenas o extranjeros.
- Sí - responden con calma las canas - yo acepto que aceptes a todos, pero ¿quiénes vienen más?, jovenes, mujeres, adultos, ¿qué tipo de personas?
- El joven inexperto mira consternado, pues su inmadurez solo podía responder desde el ímpetu y los ideales de entendimiento y aceptación, no de la precisa segmentación pragmática que le exige la sabiduría.
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