Mucho se ha perdido de tiempo discutiendo exegéticamente sobre si la Biblia condena o no la homosexualidad. Es muy triste que este debate haya cobrado tanto impacto como si, en caso hipotético de que se resolviera, nos viéramos obligados como cristianos a tomar una postura determinada.
Lo cierto es que este debate (como la gran mayoría de los debates teológicos) no tendrá fin, así que no es posible seguir esperando su resolución. Sería muy triste que, en 40 años, si el debate concluyera que la homosexualidad sí es permitida según la Biblia, un padre a punto de morir deba decirle a su hijo gay al que repudió toda la vida: “
"Perdóname por tantos años que te abominé, estaba esperando a que los teólogos se pusieran de acuerdo sobre el significado real del término arsenokoitai en 1 Corintios 6:9”.
¡Evitemos que la interpretación de la Biblia siga destruyendo familias!, como cristianos nuestro norte es el amor, el cual es el fuego consumidor de toda discriminación e injusticia (Hebreos 12.29).
Es mi esperanza que las iglesias cristianas dejen el debate exegético-hermenéutico-teológico-doctrinal sobre la homosexualidad para el gabinete y que, mientras tanto, volteen a sus familiares y amigos LGBT para darles un abrazo y compartir la mesa, la casa, el mundo.
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