Dios, te dejé en algún rincón oculto de mi adolescencia. Ibas conmigo a donde yo fuera, pero de repente te busqué en mi bolsillo del pantalón y ya no estabas. Llegué a casa y debajo de la cama solo había ropa sucia. Te estuve buscando un tiempo más y nunca te hallé. Ya no sé si te perdí o te fuiste (¿hice algo mal?), pero tuve que seguir viviendo.
Me sigues perdido, eres un recuerdo vago, y cuando salgo temprano de la casa, o viajo por aquí y allá, de repente observo para ver si de casualidad te veo. A veces creo que estas en una esquina, pero al llegar ya no hay nada. Seguiré pues, si en algún rincón andas, ya sabes que puedes hablarme y si no, la vida es feliz así, recordándote.
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