Mis ancestros teólogos fueron cómplices ideológicos de la devastación colonial mediante un adoctrinamiento violento a los pueblos originarios de este continente.
Mis ancestros antropólogos fueron cómplices de espionaje estatal a las comunidades indígenas para crear políticas de reducción cultural mediante una integración/homogeneización social que terminó siendo desarticulación local.
Hoy que se recuerda el (des)encuentro de dos mundos veo los fantasmas de estas dos genealogías deambulando aún en estos tiempos, cumpliendo la condena de ver cómo hoy ejercemos teologías que devuelven la soberanía de la creencia a las comunidades, respetando sus idolatrías, paganismos, bailando en sus festines y reconciliándose con sus diosas y dioses.
Estos fantasmas miran con pesar cómo surgen antropologías encaminadas a la diversidad cultural, pero aún más doloroso para ellos, caminos de autogestión y autogobierno que empoderan a las comunidades para hacerse cargo de su política y economía.
Los fantasmas de la colonización aún rondan por aquí. ¡No los conjuremos!, dejémoslos con nosotros como recordatorio de lo que no debemos hacer y horroricemos a estos fantasmas cuando vean que sus propósitos históricos de dominación, ¡no se van a cumplir!
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